Lisa Rossetti es una voluntaria de la Fundación Prem Rawat (TPRF), que recientemente ha cumplido la ambición de regresar a su tierra materna, Ghana. En el artículo de esta semana comparte con nosotros su conmovedora historia.
Fui una niña que creció, en la época colonial, en la Costa Dorada, a principios de los años 50. Vivíamos en la zona británica a las afueras de Accra. (He reunido esta información de la correspondencia y de los recuerdos, ya que en aquella época no existían las direcciones postales). Recuerdo que pinté la bandera de la independencia en mi colegio, entusiasmada y orgullosa. De manera inocente, creía que Ghana era mi país y mi patria.
En marzo de 1957, mi padre me llevó de paseo por la Avenida de la Independencia. El recién construido arco y la estrella brillaban con los primeros rayos del sol. Los inmensos mástiles coronados con águilas doradas estaban alineados en la larga carretera. El país se preparaba para fastuosas celebraciones y eventos tribales ya que Ghana reclamaba su independencia de Gran Bretaña. Cinco meses más tarde, embarcamos de regreso a Inglaterra, y nos marchábamos de forma definitiva.
Mis padres rehicieron su vida en Inglaterra. Mi madre decoró la casa con algún suvenir; algo de oro de Ashanti, un taburete de madera tallado, alfombras tejidas a mano y una máscara africana colgada en la pared.
En 2009, descubrí una historia que escribí sobre aquella máscara. Recuperé también una caja que contenía cartas así como alguna fotografía en blanco y negro de nuestra casa en Accra. Imágenes y recuerdos de mi infancia salieron a la superficie y experimenté un profundo deseo de regresar a Ghana. Pero el viaje parecía del todo imposible. Ghana estaba fuera de mi alcance económico, demasiado lejos en el espacio y en el tiempo.
Un par de años después, empecé mi labor como voluntaria en la Fundación Prem Rawat, y seguí ávidamente las noticias sobre el desarrollo del nuevo centro Food for People (Alimento para la gente) cerca de Accra. Me ofrecí para escribir un artículo sobre el centro si se producía esa oportunidad.
La oportunidad se presentó finalmente. En noviembre de 2012, mi marido tuvo que efectuar un trabajo para Words of Peace Global (Palabras de Paz Global) en el África occidental, y costeó mi viaje con la condición de que lo hiciéramos juntos. Proyectamos asistir a una conferencia de Prem Rawat en Accra y visitar el centro de Food for People en Otinibi. Me sentí encantada y asustada a la vez. ¿Qué sucedería si ya no reconocía a Accra debido al paso del tiempo? ¿Que sucedería si no sintiera conexión con sus gentes?
Aterrizamos en el aeropuerto Kotoka, descendimos del avión y después de 55 años volvía a pisar tierra ghanesa. El aeropuerto era mucho mayor del que recordaba. Pero los sonidos y los olores, el aroma acre de la fruta y el polvo, me resultaron familiares.
Nos dirigimos al centro Food for People en Otinibi en una mañana cálida y húmeda. Coloridas casetas flanqueaban la carretera y los vendedores ambulantes estaban por todas partes ofreciendo paños de cocina, agua helada, frutos secos, música, revistas y cocos.
Una vez que regresamos a las accidentadas carreteras de Otinibi, los recuerdos se reavivaron. Los mismos escuálidos pollos escarbando en la tierra, la delgada sombra producida por árboles larguiruchos y construcciones destartaladas con techos de chapa ondulada. La pobreza estaba aún presente.
Llegamos al centro y me quedé perpleja por la simplicidad. En el interior reina el orden y la limpieza, con filas de mesas y ventiladores coronando la sala. La directora del centro nos dio la bienvenida mientras nos iba mostrando las cocinas, las inmensas ollas, montículos de batatas y finalmente el huerto. Entonces le conté mi historia: “Viví en Accra siendo una niña”. Me miró a los ojos y sonrió. “Bienvenida a casa”, dijo. Tenía lágrimas en los ojos.
Por fin llegó el día del evento, y acudí acompañada de un invitado —un joven artista que exhibía sus pinturas en el hotel—. El vestíbulo estaba abarrotado de una multitud, que iban en su mayoría, ataviados con ropas de su región, un remolino de colores vistosos y alegres voces.
Cuando Prem Rawat apareció en el escenario, la sala estalló de alegría. La audiencia al completo se puso en pie, ondeando trozos de tela blanca como señal de bienvenida. Hubo risas y nos sentimos embelesados. Nos dijo que tenemos más parentesco con el sol, la luna y las estrellas que con nuestros padres, tíos y tías. Me sentí conmovida por estar en este auditorio, aquí en Accra, escuchando sus palabras de paz y sabiduría, El círculo parece completarse.
Después del evento, mientras dejaba atrás el centro de conferencias, un joven rastafari chocó palmas y dijo: “Ahora eres nuestra hermana, eres una ghanesa”.
¿Qué es lo que aprendí? Todos estamos conectados por el corazón. Nada es tan imposible como pudiera parecer. Tan solo tenemos que estirarnos y hacer un pequeño esfuerzo. Aquello que necesitamos y queremos está más cerca de nosotros de lo que creemos.
¿Regresaré algún día? Así lo espero. Hay tantas historias por descubrir…
Fotos por cortesía de Lisa Rossetti y Francis Ahore











