Flo, una residente del Centro de Inserción Social de Mujeres de Atlanta, que recientemente completó el Programa Educación para la Paz (PEP), dice: «Cuando voy a trabajar, me levanto muy temprano y me siento junto el contenedor a esperar el autobús. Estoy ahí sentada mirando al cielo, y estoy feliz, estoy contenta. Es una sensación asombrosa, que me hace sonreír y me conecta con él».
Flo se está refiriendo a Prem Rawat, a quien ha llegado a conocer a través del PEP, escuchándolo hablar sobre el descubrimiento de una paz interior. «Yo he sido muy feliz toda mi vida, pero por mi forma de ser, todo el mundo intenta medicarme para que me calme. Este hombre me acepta como soy. Él, es la primera persona que me permite sentir que está bien ser yo».
Los coordinadores Stan Cohen, Jeff Camp, Valerie Hamilton y Diane Loffmin, comenzaron a impartir recientemente el curso del PEP en el Centro de Inserción Social de Mujeres de Atlanta, después de casi dos años de cursos de manera continuada en el de hombres de la ciudad.
El Sistema Penitenciario de Georgia gestiona 13 Centros de Inserción Social en todo el estado, siendo dos de ellos para mujeres. Estos centros sirven como un puente entre la prisión y la reinserción en la sociedad. En la mayoría de los casos, la estancia allí es de unos seis meses. Con frecuencia, los residentes salen a trabajar fuera, y también realizan las tareas que contribuyen a su mantenimiento mejor al mantenimiento del centro.
Especialmente para los que han estado en el sistema penitenciario durante décadas, la idea de vivir de nuevo en la sociedad puede ser aterradora. «Me da más miedo el mundo exterior que estar aquí —confiesa Flo—, tengo que estar segura de mí misma, de quién soy».
Según Bob, un asistente al primer curso del PEP en el centro de hombres, este sentimiento es bastante común. «Nos preguntamos qué haremos cuando nos enfrentemos a la vida en el exterior. Nunca se sabe cómo vas a reaccionar. Esta clase simplifica muchas de esas cosas que damos por garantizadas, como la claridad y la esperanza».
«Bob es increíble —dice Valerie— ha creado una biblioteca de materiales y organizado un evento para el Día de la Paz. Le dimos el CD Pacificadores, (en el que Jeremy Gilley conversa con Prem Rawat), junto con cinco docenas de donuts y él hizo unos folletos informativos. Se presentaron 16 personas, una de ellas está ahora asistiendo a las sesiones del PEP. También ha hecho un folleto sobre el PEP para mostrar a los administradores del centro».
Al principio, el centro de mujeres fue una experiencia diferente para el equipo del PEP. Por un lado, parecía mucho más controlado que el ambiente relativamente relajado del de hombres. Durante la sesión de presentación, al que asistieron algunos administradores, las residentes parecían un poco intimidadas. Esto cambió una vez que el curso se puso en marcha.
«Fue muy interesante —dice Stan—. Los hombres apenas expresan lo que sienten, pero las mujeres son mucho más comunicativas. Ellas respondían a Prem Rawat mientras hablaba. Cuando preguntó: ‘¿Por qué te pruebas los zapatos antes de comprarlos?’, varias mujeres respondieron: ‘¡Para ver si son cómodos!’».
«Sentimos una gran conexión con todas las personas que han estado en nuestras clases —dice Jeff— como coordinadores, formamos parte de un grupo de personas que se están descubriendo a sí mismos. Te olvidas de que estás en una prisión».
«Cuando tengo la oportunidad de presentar a alguien el mensaje de Prem Rawat, me doy cuenta del magnífico regalo que se me ha dado. Ves, de primera mano, que la paz es sin duda posible, y que está dentro de cada uno. Me siento muy agradecido por ser testigo del poder de su mensaje y de lo que está haciendo, y aprecio enormemente su tremendo esfuerzo».
Por último, seis mujeres completaron las 10 sesiones del PEP. Llegaron a la celebración de clausura vestidas con sus mejores galas y al recibir sus certificados, sus rostros se iluminaron de alegría y gratitud.











