Luis Calderón, participante del Programa de Educación para la Paz (PEP) en la Institución Correccional Everglades, en Miami, cuenta cómo el programa ha enriquecido su perspectiva de la vida. Disfruta compartiendo lo aprendido en el curso y le gustaría poder facilitar el programa cuando regrese a su hogar en Colombia. En este artículo, Luis nos da su nueva perspectiva de la paz tras los muros de la prisión.
¿Qué aprendí sobre este tesoro interior?
He aprendido que, dentro de nosotros, existe un tesoro oculto que se llama paz. Que la paz la debemos buscar dentro de nosotros mismos.
Que la paz es un estado de ánimo que le es posible a todo ser humano conseguir; una actitud ante la vida que nos lleva a un increíble despertar, que nos permite ver y entender lo hermoso y asombroso de estar vivos y a ser felices; a apreciar lo que es la vida en sí misma, más no lo que creemos.
Que la paz es un atributo humano innato en nosotros que voluntariamente elegimos buscar y aplicar a nuestra vida para poder ser seres humanos completos. Que cuando elegimos permitir que la paz sea nuestra fuerza natural interior que guíe y controle nuestras vidas, entonces de nuestro ser interior brotarán la alegría de vivir, de amar, de la plenitud, la claridad y entonces será cuando nuestros grandes y preciados sueños se habrán hecho realidad.
He aprendido que la paz que encontramos en nosotros mismos es lo único que puede dar un sentido completo a nuestra vida, y permite que nos conozcamos a nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos, y también conocer a los demás, y entonces no tendremos que envidiar a otros por las cosas que no tenemos, porque nuestra paz es más valiosa. Que al conocernos a nosotros mismos, lo cual es la más grande y maravillosa aventura, descubriremos de la vida lo importante y entonces muchas luchas consigo mismo y con los demás cesarán y el mundo a nuestro alrededor será mejor.
He aprendido que al dejar que la paz sea nuestra guía se convertirá también en nuestra fuente de sabiduría, y grandes respuestas a los interrogantes de la vida llegarán, y entonces sabremos quienes somos y a dónde vamos, por qué vivimos y por qué morimos, por qué odiamos y por qué amamos, y entonces habremos conocido nuestra condición humana; aprendido a ver, a admirar, a sentir, a sentirnos plenos.
Sabremos que para ser ricos debemos ser generosos, que para ser sabios debemos ser sencillos, y para ser poderosos, bondadosos.
Habremos llegado a entender que aunque estamos hechos de lo mismo y buscamos lo mismo, somos cada uno absolutamente único, y entonces aprenderemos a perdonar sin juzgar, a aceptarnos, a tratar y tolerar a los demás como a nosotros mismos; y entonces nos sentiremos conmocionados por la admiración y gratitud de los semejantes; porque entonces ya no seré yo, y solo yo, sino tú; no será el odio sino el amor; no será la confusión y el desconcierto sino la claridad y comprensión; no el mañana sino el hoy, no será la tristeza y la pobreza, sino la riqueza de todas las riquezas, la belleza de todas las bellezas, será el valor de lo que tengo y no la envidia por lo que no tengo y entonces no habrá más que paz conmigo mismo y con todo lo que me rodea.
¿Qué más debo decir sobre este maravilloso tesoro con el que Dios me dotó y que debo descubrir en mí? Que también tú tienes el tuyo. Descúbrelo, está dentro de ti; adóptalo como lo más preciado, de incalculable valor para tu vida; como tu fuente de agua fresca que te permite atravesar desiertos y soportar las horas más difíciles de tus momentos inciertos. Solo la paz de tu interior puede darte la satisfacción y la alegría de vivir; porque esto es lo importante.
Recuerda, de ti depende elegir y saciar ese deseo de ser feliz que reside dentro de ti; y de ser un ser humano completo. Esfuérzate por ser feliz.