Los reclusos de Fresno se lo toman en serio

Michel Klamph realiza como voluntaria la producción de las conferencias mensuales del Programa de Educación para la Paz (PEP), entrevistó recientemente a Scott Polenz para la Fundación Prem Rawat (TPRF). Scott es coordinador del programa en Fresno, California. Ejerce como psicoterapeuta y en su tiempo libre disfruta con la escritura, el arte, la música y la cocina. Tras haber superado un cáncer, Scott intenta vivir cada día a tope y dice: «Cuando, en la medida que sea, siento gratitud en mi vida, sé que estoy en el camino correcto».

Estos son algunos extractos de su conversación:

¿Cómo te involucraste en el PEP?

Fue gracias a Sally Weaver, coordinadora del programa en Thousand Oaks, California. En Fresno estaba yo solo y no conseguía encontrar a nadie que me pudiera echar una mano. Sally me localizó y me dijo que iba a acercarse a Fresno porque había contactado con algunas prisiones de la zona. Este fue el impulso que necesitaba para poner en marcha el programa educativo. Nos reunimos con algunos directores de recursos comunitarios de varias prisiones y tuve la suerte de coger el testigo y continuar la labor.

El primer curso tuvo lugar en la prisión de Valley, Chowchilla, en septiembre de 2015. Poco después lo presenté en la cárcel de Pleasant Valley, Coalinga, y a continuación en la de Avenal. Desde entonces, cuento además con la ayuda de un interno que disfruta mucho participando en el programa.

Me encargaron la realización de un curso especial para los veteranos del ejército encarcelados en Chowchilla, y en la actualidad estoy poniendo en marcha un programa los domingos por la tarde destinado al resto de los internos.

En Chowchilla, los talleres son rotatorios. Una vez completado el curso de 10 semanas, comenzamos de nuevo. Tenemos una larga lista de espera. Se ha corrido la voz y no hay escasez de participantes, lo cual es estupendo.

¿Cuál ha sido la reacción de los participantes a los talleres del PEP?

Ha sido increíble. Siempre los hay que vienen solo para obtener la consabida bonificación de reducción de condena, pero a la cuarta o quinta semana se produce un cambio, y comienzan a darse cuenta de que el taller trata de algo valioso para ellos. Se muestran entusiasmados y con ganas de participar. Cuando llego me los encuentro en fila esperándome.

El ambiente que se crea durante la primera sesión va evolucionando a lo largo de los 10 talleres. Entre sesión y sesión, los reclusos tienen toda la semana para reflexionar, leer artículos complementarios, hablar entre ellos y comentarlo en el patio –consiguiendo así que funcione el boca a boca–.

Algunos de los participantes me han expresado cómo el programa educativo les ha influido de manera concreta. Dan ejemplos específicos sobre cómo su comportamiento o respuesta a una situación refleja lo expresado en los talleres y en lo que oyen decir a Prem Rawat en los videos –sobre temas como la fuerza interior, la satisfacción y la realización personal–.

Los internos se lo están tomando en serio. Es contagioso. Durante la clase, dedicamos un tiempo a la reflexión, en el cual hablan sobre lo que han entendido. Todos piden la palabra produciéndose un vivo y animado debate. Eso me encanta. Cuanto menos hablo, más se lanzan. Y de eso se trata. Es estupendo.

¿Hay algún consejo que te gustaría dar a la gente interesada en coordinar el PEP?

Yo no soy yo quien para dar consejos, pero diría que hay que tener clara la intención, y comprometerse con lo que se está haciendo. Ser consciente del alcance que puede tener en las personas el oír acerca de la posibilidad de alcanzar la paz interior.

Al principio, no me sentía cómodo hablando delante de 50 personas. Pero a medida que pasa el tiempo es más fácil. Trata de ser auténtico, por decirlo de alguna forma.

Gracias por compartir tu experiencia con nosotros.

Fue un placer. Como psicoterapeuta trabajo con mucha gente que se enfrenta a problemas. Sin embargo, el PEP es algo diferente, mucho más ligero y que proporciona alegría. Agradezco la oportunidad de poder ofrecer un poco de ánimo y de cariño.

Imagen de portada: Dave Coppedge 

 

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