Gonzaga Delage colabora con los miembros del equipo de Jerez, España, que durante los últimos tres años han impartido el curso del Programa de Educación para la Paz (PEP) en la cárcel Puerto III, cerca de Jerez, en la provincia de Cádiz. El equipo del PEP respondió al ofrecimiento de Manuel Imán, guitarrista clásico y amigo de la TPRF, de organizar un concierto para los reclusos que asisten a los talleres y contactó con él. La idea tomó cuerpo y esta es la historia, relatada por Gonzaga.
Desde Jerez a la cárcel Puerto III hay una distancia de 10 minutos en automóvil que recorrimos una calurosa tarde de junio. Cuando llegamos, cruzamos como de costumbre el puesto de seguridad, pero hoy la cárcel tenía un aspecto nuevo mientras caminábamos a través de los hermosos jardines hacia la sala. Esta era sencilla, agradable y con espacio para unas 100 personas. ¡Manuel Imán iba a dar hoy un concierto allí!
Manuel preparó los ensayos con la ayuda de uno de los internos y decidió utilizar la guitarra española y dos micrófonos; uno para él y otro para la guitarra. También probamos el video de seis minutos que muestra el PEP en diferentes centros alrededor del mundo.
A las cinco de la tarde, un grupo de internos comenzó a llegar procedentes de diversos módulos. Un bonito póster creado por Luis Mesón anunciaba el acto organizado por la Fundación La Paz es Posible. La sala se quedó pequeña y algunas personas no pudieron acceder a la misma.
Me dirigí al escenario para dar la bienvenida a la audiencia, hacer una pequeña presentación y agradecer a Manuel Imán su presencia. Les informé de que durante tres años, todos los viernes, el taller de “La Paz es Posible” ha estado disponible y anuncié un video de corta duración en el que se iba a explicar el contenido del PEP.
Las 200 personas que acudieron a la cita; internos, funcionarios y la vicedirectora del centro penitenciario, fueron testigos de cómo el PEP está llegando a cualquier rincón para mejorar la vida de las personas. Seguidamente, volví al escenario para presentar a Manuel y los asistentes aplaudieron con gran entusiasmo.
Manuel encandiló a la audiencia desde el principio. Comenzó con versiones de sus propias canciones y una pieza de guitarra de «Canciones de un Corazón Agradecido» seguida por un blues cantado y el público vibró. Continuó cambiando el ritmo y mostrando una gran variedad de estilos que se hizo más intimo al interpretar «Moon River» y «Cheek to Cheek». El broche final lo puso una conocida ranchera mexicana que todos podían tararear. ¡Y así lo hicieron!
Al concluir el concierto, Manuel dijo: «A veces los internos escuchaban las baladas en silencio, y en otros momentos se mostraban más efervescentes, cuando las canciones contenían más ritmo. Para mí, era muy conmovedor ver todas esa caras sonrientes. Al igual que para ellos, fue sorprendente para mí, sentir tanta satisfacción después del concierto».
Todos disfrutamos de ese inesperado final y regalamos a Manuel una gran ovación. La audiencia pedía más y los internos que habían asistido a los talleres quisieron que los voluntarios del PEP subieran al escenario para agradecerles su esfuerzo. Los horarios en las cárceles son muy estrictos y los funcionarios comenzaron a dirigir a los internos de vuelta a sus módulos, primero las mujeres y luego los hombres.
Cuando casi todo el mundo se hubo marchado, los asistentes al taller preguntaron si podían hacerse una foto con Manuel y los voluntarios. Fue muy hermoso verles a todos juntos. Posteriormente me uní, junto a la vicedirectora, para aparecer en la foto que uno de los internos tomó.
Entonces, los estudiantes del PEP tuvieron que marcharse y pudimos hablar durante unos minutos con Tatiana, la vicedirectora y algunos de los funcionarios de prisiones. Nos dieron las gracias por el concierto, y les ofrecimos la posibilidad de organizar otros, ya que tenemos buenos amigos músicos. La vicedirectora agradeció la idea, pues procede de otro lugar y no conoce a los músicos locales.
Nos despedimos en el aparcamiento de la cárcel. Aún estaba todo reciente, pero, lo más importante, todavía sentíamos la calidez en nuestros corazones.
Compartimos una hora llena de magia con los internos y, algunos de ellos, comprendieron la importancia de la paz, de la dignidad y de la prosperidad.