Una pequeña ciudad, San Miguel de Allende, situada en los montes de Bajío, en el centro de México, a 273 km de la capital, se ha convertido en un semillero para las actividades del Programa de Educación para la Paz (PEP), gracias al entusiasmo de dos voluntarios locales.
Jean-Paul Peretz oyó hablar por primera vez del PEP en Miami, hace algunos años, pero decidió involucrarse en el programa después de escuchar a algunos internos que habían asistido a los cursos hablar de su experiencia tan positiva.
El año pasado se trasladó a San Miguel de Allende, donde conoció a Óscar Arcos, un terapeuta local, y juntos decidieron poner en marcha, en febrero del 2014, algunas sesiones del PEP en una clínica de rehabilitación del alcoholismo y la drogadicción. El programa tuvo muy buena acogida. Uno de los participantes expresó: «Siento que mi corazón está empezando a funcionar otra vez».
Después, Jean-Paul y Óscar —ambos hablan español— tuvieron una entrevista con el jefe de policía de la ciudad, y acordaron presentar el PEP a tres turnos diferentes de oficiales y, también, a una clase de cadetes. Las sesiones, de diez semanas, comenzaron en marzo, con unos participantes que cumplían con sus jornadas laborales de 12 horas, antes de asistir a clase por la mañana. Un oficial comentaba que el programa: «Me ayuda a cambiar mi actitud en casa… me ayuda a relajarme».
Se puso en marcha otro proyecto en abril para los internos de la cárcel local. «Ha supuesto un reto debido a la población cambiante, pero ha sido muy gratificante —dice Jean-Paul— hace poco tuve una maravillosa charla íntima con un interno durante el programa. Mi español no es el mejor, pero sus ojos lo decían todo».
A principios de mayo de 2014, la embajadora del Rotary Club para la paz, Rebecca Crall, visitó San Miguel de Allende y determinó que el Programa de Educación para la Paz de la Fundación Prem Rawat, era uno de los programas ejemplares para traer paz a la ciudad y que podría ser un modelo para el mundo. Esta antigua ciudad, de 500 años, está esforzándose para cumplir los requisitos exigidos por Naciones Unidas para obtener el reconocimiento y el premio «Cultura de Paz».
Bajo los auspicios de la organización de paz local «Camino de la luz» se les propuso a Óscar y Jean-Paul llevar a cabo tres presentaciones distintas —dos en inglés y una en español— para grupos de ciudadanos interesados en la paz. De 40 asistentes, 15 se presentaron para prestar su ayuda o participar como voluntarios en el PEP. «Esto es muy gratificante. Es fácil augurar su crecimiento exponencial», declara Jean-Paul.
«El siguiente paso será trabajar con los voluntarios para introducir el PEP en otras instituciones, que ellos mismos se conviertan en coordinadores, o tal vez puedan ayudar económicamente —añade Jean-Paul—. Sientes que todo esta listo para estallar desbordar hacia fuera».











