Marcia Loft es directora de una hermandad femenina en la Universidad de Washington en Seattle, EE. UU. También le gusta trabajar a tiempo parcial como masajista en el club de tenis de Seattle. Se está preparando para obtener el título de profesora de yoga y disfruta de la expresión creativa. Madre de cuatro hijos, colabora como voluntaria en la sección de donaciones en la Fundación Prem Rawat (TPRF).
Cuando era niña, bajo el intenso cielo azul de Montana, escuché a menudo el dicho: «Si quieres un trabajo bien hecho, hazlo tú misma». Y para mí —autosuficiente y cabezota, típico de alguien nacido allá— funciona muy bien si estás en medio de la nada, porque no hay nadie que te ayude. Justo lo opuesto al trabajo en equipo, algo que he aprendido desde que colaboro en el equipo de donaciones de la TPRF.
La labor del equipo es escribir cartas de agradecimiento a los donantes que hacen contribuciones sobre todo en nombre de alguien, o en memoria de un ser querido. Es una labor muy emotiva. Recientemente recibimos una donación para celebrar el 90 cumpleaños de alguien y otra de una persona a quien su nieta de 10 años le había pedido ayudar a los niños desnutridos de la India. Estudiaron muchas otras posibilidades pero al final se decidieron por hacer su donación a la TPRF.
Su donación me conmovió por varias razones: primera, el ejemplo que la abuela daba a su nieta, al responder juntas a una necesidad mundial; en segundo lugar, saber que la TPRF fue su primera opción cuando buscaron una organización sin ánimo de lucro en la web, lo cual indica que la integridad de nuestra labor está bien reflejada en Internet; y en tercer lugar, la compasión de esa niña de 10 años, que quiere ayudar a otros niños a recibir la alimentación que necesitan, posibilitando así su asistencia a la escuela y apoyando a esa comunidad. Fue un verdadero placer enviarles fotos del programa «Food for people» (Alimento para la gente) en la India, destino de su donación, y la carta de agradecimiento. Me encanta formar parte del equipo que hace esto posible.
Cuando mis hijos eran pequeños, me propuse hacer una cosa al día para apoyar esta labor desde casa. Este hábito me permitió desarrollar un conjunto de habilidades que, de otro modo, nunca hubiese llegado a tener. No solo me ha mantenido al día con los avances tecnológicos, (comenzando con el Apple de 2ª generación + ☺), también me permitió estar en contacto con muchas personas de todo el mundo y desarrollar un sentido de comunidad. La formación multidisciplinar, la apreciación y el respeto hacia los demás son valores del voluntariado en la Fundación.
Sigo siendo independiente y autónoma, y sí, un poco terca, pero mi lema ha cambiado: «Si quieres pasarlo bien, sentir un profundo orgullo por tu trabajo, estar motivada y seguir creciendo como persona, trabaja en equipo».
Es muy gratificante ser voluntaria de una organización tan increíble. Me hace sentir que estoy conectada a algo más grande desde el confort de mi hogar, es como un pequeño destello en el inmenso cielo nocturno.
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