Praveena Chandrasekhar tiene un máster en Grado de Desarrollo Infantil y Relaciones en la Familia. Ha trabajado durante más de una década con las familias en medios rurales de la India para garantizar la salud, higiene, nutrición, educación, habilidades parentales y la mejora económica. En la actualidad, Praveena colabora como voluntaria con la Fundación Prem Rawat (TPRF, por sus siglas en inglés), en el lanzamiento de un estudio de base en las instalaciones de Food for People (Alimento para la gente) en Bantoli, Ranchi, India.
En mi primera visita a Bantoli me dirigí al centro de Food for People. Quería tener la oportunidad de encontrarme con los niños cuando llegaran para su almuerzo. En el jardín se encontraban seis u ocho niños, correteando y recogiendo hojas secas, algunos me miraban con cierta curiosidad y una tímida sonrisa en sus rostros.
La mayoría de los niños utilizan los aseos que se encuentran cerca de la puerta de entrada ya que no disponen de ellos en sus hogares. Después de lavarse las manos y los pies, se entretienen un rato en el jardín con las flores y las verduras, recogen las hojas secas y riegan las plantas, y lo hacen de buen grado. Más tarde, entran con calma a la sala del comedor. Pude comprobar que lo hacían de una forma tranquila y sin prisas, como si fuera su propio hogar.
La mayoría de los niños vestían con pulcritud y a pesar de que sus ropas estaban gastadas, se les veía bien. Estaban felices, sin la preocupación que uno aprecia en los niños de familias atrapadas en el círculo de la pobreza extrema.
En media hora, un grupo de 60 niños se sentaron sobre las alfombrillas dispuestas en filas. Disfrutaban de una suave música ambiental. El salón comedor era amplio y una fresca brisa soplaba por todas las ventanas enmalladas.
Empezaron a llegar más niños, los padres y los hermanos mayores traían a los más pequeños. En poco tiempo, la mitad de las alfombrillas fueron ocupadas. Estaba asombrada viendo cómo los niños esperaban pacientemente mientras hablaban suavemente entre ellos. El ambiente era animado y sereno a la vez.
Me dirigí hacia la cocina que se encontraba pulcra y ordenada. El almuerzo ya estaba listo y el cocinero servía la comida en grandes recipientes, que depositaban en el mostrador.
Conforme se acercaba la hora de servir la comida, los niños provenientes de una hilera formaron una sola fila, cogieron sus thalis (platos de comida) y se dirigieron al mostrador. Llenaron sus platos y regresaron, con tranquilidad, a sus sitios. Había vasos de agua dispuestos en las esquinas del salón. Muchos de los niños regresaron para obtener su dhal o verdura junto al arroz.
Me sorprendió gratamente el ver que a los niños no se les caía comida de sus platos mientras comían. Era obvio comprobar que tenían un respeto total por la comida que les habían servido, apenas había sobras. Aunque la comida es gratuita, la tienen en gran aprecio.
No podía dar crédito a mis ojos al contemplar a los niños comportarse de una forma tan disciplinada y natural. No sentían temor y la intervención de los adultos era nula. Esto demostraba la comprensión y el grado de madurez de los niños.
I could not believe my own eyes that the children were so disciplined in such a natural way. There was no fear and no adult intervention. This shows the level of understanding and maturity in the children.
El personal del centro es muy comprensivo y trata a los niños con mucho respeto. El salón comedor se limpiaba continuamente para que los niños caminaran con seguridad con los platos llenos de comida. Mis ojos se llenaron de lágrimas al comprobar la consideración de los cuidadores.
Joginder Oroan viene de Bantoli, una población situada a un kilómetro de las instalaciones. Tiene 16 años y estudia el 10º grado. Joginder estaba en la primera tanda de niños que llegaron al centro en 2006. “Aquí me siento a salvo y como en casa”. Joginder me comenta que solía ser muy agresivo y que estaba siempre peleándose. Cuando comenzó a acudir al centro, notó que aparecía “cierta sensación de tranquilidad”, en su interior. Encuentra que la disciplina es muy comedida, ya que el ambiente en su hogar es muy hostil junto a un padre alcohólico y violento, y dijo: “Tengo la oportunidad de estudiar y hacer la tarea tranquilamente por las tardes”. Aprecia mucho la bondad del personal y les expresa su gratitud.
Phooleshwar Munda, también de Bantoli, tiene 11 años y es estudiante de 7º. Lleva disfrutando de los servicios del centro desde que comenzaron, y parece un niño alegre y animado. “No sabría nada de higiene si no fuera porque vengo aquí”, comentó. Algunas de las prácticas de higiene, ahora, él las sigue en su casa.
Phooleshwar hace méritos viniendo a las instalaciones por la tarde para ayudar en el jardín. Quiere llegar a ser ingeniero. “Agradezco el cuidado que me han dado, no siento que venga aquí por limosna. Vengo todas las mañanas con dignidad”, añadió.
Desde mi punto de vista, esto es algo difícil de conseguir en unas instalaciones de estas proporciones. Para mí es un honor el haber sido testigo, durante 12 días, de esta actividad cada mañana. No he visto en ningún lugar una interacción con los niños basada en el cariño y respeto mutuo.
Fotos por cortesía de la Fundación Premsagar











