T.J. Enriquez presta su apoyo, desde hace mucho tiempo, a la TPRF en Filipinas. A pesar de no vivir en la zona más afectada por el tifón, reunió a algunos amigos para llevar ayuda humanitaria a los supervivientes. Este es su testimonio.
Han pasado dos meses desde que el tifón Haiyan arrasara Filipinas. En las áreas donde golpeó más fuerte como Tacloban, los supervivientes se sienten afortunados. Esperaban que el tifón llegase durante la tarde o por la noche; sin embargo, apareció por la mañana, cuando no estaban en absoluto preparados.
Durante el tifón, los vientos eran tan fuertes que los escombros volaban por todas partes; la fuerza del viento lo destrozaba todo. La mayoría de los que sobrevivieron lo consiguieron abrazándose fuertemente al tronco de algún cocotero y hubo quien se refugió en una gran cueva de piedra. Entre los que fueron arrojados al agua, algunos pudieron salvarse nadando aferrados a los escombros flotantes.
Cuando llegué con los demás para llevarles alimentos y medicinas, vi gente mirándonos como si no vieran a nadie. Simplemente con las miradas vacías. Pasados unos minutos, algunos rompían a llorar. La mayoría estaban hambrientos. Era como si toda la ciudad hubiera desaparecido, todo estaba oscuro, pero se escuchaban los llantos y olía a basura descompuesta.
Cuando llegamos a un pueblo, la gente iba rodeando nuestro coche pidiéndonos comida. Necesitaban ropa y refugio para recuperar el calor y secarse. En otro pueblo la gente guardaba fila esperando su turno para comprar lo que hubiera, aunque solo fuera una soda fría.
Fue una experiencia preciosa poderles ofrecer ayuda, de cualquier tipo. Había muchos otros voluntarios haciendo lo mismo, viajaban a las áreas más dañadas para ofrecer lo que pudieran. En tiempos difíciles como estos, debemos ayudarnos unos a otros. Todos vivimos en el mismo país. Se empezaba a ver cómo los sobrevivientes recuperaban la esperanza.
La labor de la TPRF y de otras muchas organizaciones está empezando a dar resultados, pero todavía queda un largo camino que recorrer.











