Esta es la tercera entrega de una serie de tres publicaciones, David y Debby Horsford, pasaron sus vacaciones en febrero de 2012 en el sureste asiático, compaginando los paseos turísticos con las visitas a los lugares donde la Fundación Prem Rawat (TPRF, por sus siglas en inglés) ayuda a las personas a través de diversos asociados. Mientras Debby escribe un diario, David recoge imágenes en fotos y vídeo. Durante su visita a Camboya, la pareja fue testigo de la transformación que la organización Fondo para los Niños de Camboya (CCF, por sus siglas en inglés) ha producido en la vida de muchos niños.
Patrick, una excelente persona que se trasladó desde su Escocia natal hasta Camboya para trabajar junto a esa entidad, nos recogió aquella mañana en el hotel. Se considera a sí mismo como una persona introvertida, conservadora, poco risueña y un exmilitar o al menos, es lo que él dice. Resulta difícil imaginar el cuadro que pinta de él mismo. En este país, los niños, que le veneran, se arremolinan alrededor de Patrick y él se reblandece ante su presencia.
Nos lleva de visita a conocer seis de las instalaciones. Hay que matizar que a los niños de aquí no se les considera huérfanos. Desde luego que los hay, pero la mayoría de ellos tienen familia o al menos uno de los progenitores. Las familias de los niños a los que vamos a visitar viven en los alrededores de los basureros a las afueras de Phnom Penh. Se trata de personas con ingenio y diligentes. Como ejemplo, cuando un camión realiza la descarga de basura, ellos buscan comida o materiales que pueden recuperar o vender, sin sentir por ello apatía o desesperación.
El CCF acoge a cerca de 700 niños. El basurero municipal ha sido clausurado. Algunos niños viven en las instalaciones permanentemente, otros, solo durante la semana, para regresar el fin de semana junto a sus padres y el resto vive en sus hogares y asisten a diario a la escuela. La TPRF ha realizado una donación que proveerá de comida a los niños más marginados y a sus familias. Resulta reconfortante verlos comer a la hora del almuerzo. Los desayunos, almuerzos y cenas que se sirven en los seis centros se realiza de forma rotativa por grupos de edad.
Observamos desde la parte posterior de un aula al aire libre, como el maestro anuncia nuestra visita. Son niños de unos cinco años de edad, en pie y cantando una canción que han memorizado en clase. En la escuela aprenden a hablar, leer y a escribir en inglés para prepararse mejor para el futuro. Se acerca la hora del almuerzo y primero se dirigen a lavarse las manos. Cada uno de los niños recibe una generosa ración de arroz, caldo, verduras y carne o pescado. Patrick comenta que crecen como brotes de bambúş. La mayoría de los niños que llegan al CCF tienen problemas en su desarrollo y también problemas de salud. Se sientan juntos en una mesa y disfrutan de su propia compañía, en lugar de estar rivalizando por la comida. Los niños han formado lazos de confianza entre ellos como prueban sus sonrisas.
Los resultados de la alimentación nutritiva, han sorprendido al personal que les asiste. Con el paso del tiempo, los niños crecen con más vigor y ganan en altura, al mejorar su sistema inmunitario son menos afectados por los agentes patógenos. Los maestros comentan que su concentración y aprendizaje han evolucionado. Aquí, los niños de todas las edades tienen un denominador común, para los más mayores, resulta palpable la oportunidad que se les ha ofrecido. Están entusiasmados con la idea de llegar a ser profesores, enfermeros o médicos. Tienen la confianza de poder alcanzar cualquier expectativa. Estoy convencido de que estos niños serán la cara del cambio y la mejora del futuro de Camboya.
Jorani, con sus radiantes catorce años, ha hecho en su infancia algo inconcebible para la mayoría de nosotros en occidente, y nos arrastra para que veamos sus pinturas colgadas en las paredes con sus logros. Es una destacada estudiante y la ciencia le apasiona. Sovann, amigo de Jorani, nos muestra las imágenes de la producción de baile en la que él participó el pasado año en Chiang Mai. Ahora se siente con fuerzas para proseguir con sus estudios y sus aficiones. El entusiasmo de estos dos amigos es contagioso. Es increíble ver lo que puede hacer un poco de ayuda que devuelva la dignidad y la confianza a los seres humanos.
Fotos por el CCF y David Horsford