El pueblo Kunché, en México, depende de la agricultura para su supervivencia. Desafortunadamente, los cultivos han sido escasos en los últimos años y, a pesar de los esfuerzos de las mujeres que trabajan elaborando hamacas para tener ingresos extra, no han sido suficientes para alimentar a sus niños.
La educación es algo muy importante para estos niños, inmersos en la pobreza, sin embargo, es habitual para los estudiantes del pueblo Kunché asistir a la escuela sin haber desayunado o con tan solo una especie de “café” preparado a base de restos de maíz quemados, agua y azúcar para afrontar el día. La comida vespertina es también muy exigua.
El Yucatán fue en su día el corazón de la civilización Maya, y hoy todavía alberga a muchos de esos pueblos indígenas. El asentamiento Kunché en el interior de la región, está formado por 600 residentes mayas.
Conmovidos por la penuria de esta digna gente con un pasado histórico, la Fundación Prem Rawat ha donado 24.500 dólares norteamericanos para proveer alimentos consistentes a los 200 niños en edad escolar durante un año. En el año 2008, la Fundación efectuó una donación para alimentar con desayunos nutritivos a niños en edad escolar en una población cercana.
Los servicios alimentarios se administran a través de la organización sin ánimo de lucro Compartimos: Bienestar y Salud para los Niños Mayas, este grupo está dedicado a asistir a las familias que viven en una pobreza extrema en el Yucatán. La agrupación ha estado presente en Kunché desde el año 2006.
El programa también incluye la formación de las madres en la preparación de la comida de sus hijos, proporcionándoles una serie de saludables ingredientes y animándoles a un uso variado de alimentos, lo cual es una novedosa experiencia para ellas.
Estos son algunos de los comentarios por parte de estudiantes, profesores y padres que se han beneficiado del programa:
• “Os agradezco por la comida recibida. Lo que más me gusta es la carne de soja. También quiero dar las gracias a los cocineros porque preparan una comida muy buena”. Estudiante de 11 años.
• “Estoy muy contento de ver que los niños no se quejan de dolores de cabeza o de que son incapaces de estudiar. Antes, solo querían volver a casa para comer algo, incluso si solo tenían para comer tortillas y algunos frijoles. Ahora, están capacitados para terminar sus clases. Regresan a sus hogares contentos y con energía para estudiar y jugar”. Director de escuela.
• “Me encanta cuando llega mi turno para cocinar. Tengo dos hijos en la escuela y una niña en el jardín de infancia. En casa no tenemos casi comida para ofrecerles. Ahora comen en la escuela. Mis hijos están contentos y ya no están hambrientos, al igual que yo misma”. Madre que ayuda en el servicio de comidas.
• “Me gusta todo lo que nos dan de comer, gracias por la comida, espero y pido que no cesen de darnos de comer”. Estudiante de 10 años.
• “Estamos realmente felices por participar en los menús calientes. Ahora nuestros hijos comen bien. Cuando tengamos suficiente dinero, haremos las mismas comidas en casa para toda la familia”. Madre que ayuda en el servicio de comidas.
• Fotografía por cortesía de María Jose Medina











